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Editorial

       El proyecto que hoy presentamos, constituye un esfuerzo del trabajo realizado en el marco de la Mesa Medio Ambiente y Comunidades del Foro de la Universidad de Valparaíso “Desigualdades, Violencias y Ciudadanías. Resistencias en el Chile Neoliberal”. Este trabajo colaborativo de vinculación entre nuestra Universidad y las organizaciones socio-ambientales de la región de Valparaíso,  surgió en el marco del Convenio de Desempeño de Mejoramiento para las Artes Humanidades y Ciencias Sociales y el Doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, quienes patrocinaron y financiaron las actividades realizados durante el 2016.  Esta mesa en particular, tuvo como eje articulador e inspirador, el Proyecto FONDECYT 11140795 dirigido por la académica del Instituto de Historia y Ciencias Sociales Dra. Paola Bolados García, y su equipo formado por el sociólogo Felipe Palma, el geógrafo Camilo Mancilla, la licenciada en Historia Fabiola Henríquez, la sicóloga Alejandra Sánchez y el veterinario Cristian Ceruti.

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La mesa se planteó como objetivo central, constituirse un referente de debate regional y un espacio de articulación entre el campo académico y social respecto a las relaciones entre medio ambiente y comunidades. La idea que se gestó y maduró en diálogo con las organizaciones, contempló pensar el espacio como un foro permanente que contribuyese al debate público sobre la relación entre medio ambiente y comunidades en un contexto de conflictividad creciente en temas de agua, contaminación y biodiversidad. La idea es que el espacio tuviera una estructura flexible y abierta, capaz de incorporar análisis diversos que apuntaran a la construcción de criterios consensuados y representativos respecto a la actual situación medioambiental de la región. La iniciativa contó con la participación activa de más de 15 organizaciones entre las que destacan las organizaciones de Puchuncaví  y Quintero: Acción Ecológica CHINCHIMEN, ASOREFEN Asociación Regional de Ex Funcionarios de ENAMI-, Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia, Salvemos Quintero, el Sindicato de Pescadores S-24 y la Unidad de Medio Ambiente de la Municipalidad de Puchuncaví. Hacia la precordillera contamos con la participación de la Agrupación Ecológica de los Andes, el Movimiento Social y Político de Recuperación por el buen vivir en la Provincia de Petorca, y las organizaciones de Putaendo como la Coordinadora 3 Ríos, Putraintu, Aldea sin Sargento y el Sindicato de Temporeros Unidos del Valle Aconcagua, las cuales recientemente se articularon bajo el nombre de Putaendo Resiste. De Villa Alemana contamos con la participación permanente de la Agrupación Agua Pura y Transparente y del sector de Limache-Olmué de la Agrupación Valle Consciente. También y durante todas las reuniones tuvimos la participación activa del equipo del espacio radial colectivo Aire Puro de Radio Placeres.

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En este camino de crear una Mesa, y luego de múltiples experiencias frustrantes vividas por las organizaciones, debimos entre otras cosas superar las desconfianzas de las comunidades hacia la institucionalidad pública, entre ellas la universidad, asumir las diferencias entre organizaciones y la pluralidad de posturas en el campo académico, como también reconocer los mecanismos de invisibilización y/o minimización de la problemática por el entorno político que ha impedido avances significativos. Finalmente, constatar las limitaciones y alcances de la actual legislación ambiental, que lograba demorar y retener pero no modificar el avance de los proyectos y sus afectaciones socio-ambientales. En último término, promover una conciencia y/o ciudadanía socio-ambiental que nos permitiera salir de “mi conflicto” a “nuestro conflicto”, superando la lógica individual impuesta por el sistema económico actual.

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Bajo el lema “POR EL BUEN VIVIR Y LA SALUD”, esta mesa comenzó un proceso de debate en los diversos territorios, los cuales involucraron la realización de reuniones mensuales en las comunas de Quintero, en Putaendo y en Villa Alemana (además de otras dos en Valparaíso). La idea fue debatir en y desde los territorios, por lo que cada organización territorial que recibió a la mesa presentó su situación de manera específica, mostrando su realidad socio-ambiental vivida desde su lógica territorial e histórica. En este marco, apareció una cartografía participativa de los conflictos socio-ambientales de la región, a partir de la perspectiva territorial de cada organización. Los aprendizajes en cada reunión a partir de las reflexiones, experiencias y testimonios, fueron el ejercicio más rico y el principal logro de la mesa. En la medida que todos nos trasladábamos tanto física como geográficamente de un territorio  a otro, se reforzaba en nosotros la convicción de que conociendo otras realidades, podríamos reflexionar sobre la propia realidad, comparar, analizar y tener una perspectiva más global sobre lo que ocurre en términos socio-ambientales en nuestra región de Valparaíso. Los conocimientos locales, las memorias del territorio y las construcciones culturales puestas en común, revelaron una práctica participativa y democrática que en la medida que avanzábamos, nos dejaban cada vez más entusiasmados con la idea de que la participación social generaba un conocimiento ambiental enraizado territorialmente. Un nuevo conocimiento que fue develando una racionalidad eco-socio-ambiental distinta, dispuesta a cuidar la vida de las comunidades, la riqueza de la biodiversidad, el patrimonio arqueológico, y los diversos ecosistemas  actualmente degradados. Una degradación que apuntaba a la implementación sistemática de un modelo extractivista basado en la exportación de bienes que no contempla la cultura e identidad local, sus economías y sus formas de comprender la relación con el medio natural y social. La convergencia se fue produciendo en torno a recuperar el buen vivir y la salud,- lema que alentó el proceso de desarrollo de la mesa-, y en el fortalecimiento de las estrategias colectivas que contribuyesen a desmercantilizar la naturaleza y recuperar los denominados “recursos naturales” como bienes comunes.

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Las desconexiones territoriales que se fueron articulando en el espacio de la mesa, fueron construyendo un mapa que se fue perfeccionando y cristalizando en la cartografía socio-ambiental participativa que logramos dibujar. Esta se erigió como un ejercicio y práctica colaborativa que invertía la lógica de conocimiento impuesta en la actualidad. No se precisaban los expertos ni era necesaria una estructura jerarquizada entre los saberes locales y los conocimientos científicos y técnicos involucrados. Todos ellos fueron circulando democráticamente y sin lucro mediante al servicio de cada organización participante, dándonos luces de que el quehacer y conocimiento científico no puede estar contra el quehacer y el conocimiento territorial local. Vimos en la cartografía como ambos se nutren y construyen herramientas poderosas a partir de sentirnos colaborando, co-construyendo y no compitiendo ni parcializando los conocimientos para venderlos en un mercado de conocimiento ambiental privatizado. Quizás aquí emergió lo más público del rol de una universidad y de una actividad como es la investigación social colaborativa. Mostrando además que empresas de este tipo no pueden lograrse sin un equipo interdisciplinario detrás involucrado, dispuesto a trabajar y sacar adelante propuestas de este tipo, demostrando que más que “expertos” necesitamos recomponer las lógicas colectivas de trabajo comunitario. Es en este sentido que esperamos haber contribuido, animando las luchas locales pero también otorgándoles la posibilidad de una mirada articulada regional a través de ver y verse en una cartografía realizada por todos. En ellos los saberes técnicos como los geográficos y visuales, permitieron organizar y articular los múltiples saberes que se encuentran arraigados en las comunidades y que no obstante se encuentran presionadas por “tecnificar sus demandas “ y “judicializar” sus sufrimientos e injusticias ambientales. Se recorrió un camino, pero muchos otros se abrieron. Hemos querido dejar una semilla en medio de una sequía que no es natural como muchos afirman, sino producida por una desigualdad socio-ambiental estructural bajo la cual se ha basado nuestro modelo exportador en el último siglo. Todavía tenemos mucho para reflexionar y debatir sobre el quehacer institucional y sobre los caminos y debates de lo común en un contexto privatizador. Todavía tenemos mucho que construir en términos de un tejido social deteriorado por el extractivismo negado e invisibilizado que nos tiene socio-ambientalmente afectados. Pero como vimos con esta experiencia, pequeños movimientos, desplazamientos territoriales y cognitivos son posibles y permiten crear otros lugares de enunciación, facilitando la emergencia de conocimientos sociales y culturales que están vivos en los territorios, en sus modos de producción y sus estrategias organizativas en torno al buen vivir y la salud. Una nueva ecología se impone en nuestra mirada, gran parte de ella se sostiene en las luchas y el trabajo de estas y otras muchas organizaciones que no solo viven la afectación, sino que promueven acciones creativas e innovadoras y proponen una cultura del cuidado que subsana la división entre naturaleza y cultura, lugar donde nacen y se legitiman los diversos extractivismos. Es en ese puente espacial y epistémico donde seguramente debieran tejerse las nuevas propuestas institucionales y empresariales, que esperemos construyen nuestros hijos y nuestros nietos para seguir viviendo en esta larga y angosta faja de tierra.

 

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Paola Bolados García

Académica Universidad de Valparaíso

Coordinadora Mesa Medio ambiente y Comunidades

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